En la historia del rock, pocos nombres resuenan con tanta carga literaria como el de Lou Reed. Figura central del arte neoyorquino de fines de los sesenta y setenta, el líder de The Velvet Underground nunca ocultó que sus canciones estaban tan cerca de la narrativa como de la música. Con voz seca, casi desganada, y letras punzantes, Reed construyó un universo en el que convivían poetas malditos, cronistas urbanos y personajes marginales de la gran ciudad.
Reed estudió literatura en la Universidad de Syracuse, donde tuvo como profesor nada menos que a Delmore Schwartz, poeta y ensayista norteamericano que lo marcó profundamente. Schwartz, con su mirada entre lo melancólico y lo existencial, fue para Reed una brújula: en más de una entrevista, confesó que sus letras buscaban “hacer lo que Delmore hacía, pero con guitarra eléctrica”.
Las sombras de Baudelaire y Rimbaud se filtran en composiciones como Heroin o Venus in Furs, que retoman la tradición decadentista y simbolista. El gusto por retratar lo prohibido, lo marginal, lo que no se podía decir en la radio, tiene allí su raíz. Pero también están los ecos de la Beat Generation. Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs alimentaron su mirada cruda de la ciudad: una metrópolis febril, sudorosa y a la vez poética.
Más que un letrista de rock, Reed fue un cronista urbano. En discos como Berlin o New York, sus canciones funcionan como relatos breves, con personajes delineados en apenas tres estrofas: prostitutas, adictos, amantes despechados, vagabundos. Todo bajo una estética que bebe de la novela negra y del periodismo narrativo, donde lo literario no suaviza, sino que amplifica la dureza de la realidad.
Lou Reed insistía en que su objetivo era “poner a la vida real en una canción”. Por eso, no es casual que muchos lo consideren un escritor antes que un simple músico. Su legado no solo habita en la discografía que dejó, sino también en el modo en que abrió las puertas a una generación de artistas que comprendieron que el rock podía ser literatura.
En tiempos donde lo popular parecía divorciado de lo culto, Reed tendió un puente. Y en ese cruce, el rock ganó una nueva dimensión: la de la palabra que trasciende la melodía, como un poema que nunca deja de sonar.
The Velvet Underground & Nico (1967)
White Light/White Heat (1968)
Berlin (1973)
Coney Island Baby (1975)
Street Hassle (1978)
The Blue Mask (1982)
New York (1989)
Magic and Loss (1992)
The Raven (2003)